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domingo, julio 16, 2006

¿POR QUÉ?

Los países donde supuestamente se respira más paz, igualdad, educación, tolerancia, respeto... son los del norte de Europa. Países donde los hombres hace tiempo que dejaron que las mujeres feminizaran los distintos estratos de la sociedad, y donde se presupone todos son un poco mejores. No es una apreciación sujetiva, todos sabemos que están entre los países más desarrollados y estables del mundo.
Lo sorprendente es que en estos países en los que el nivel educacional es más alto, el índice de violencia doméstica hacia las mujeres es mucho más alto que en España, por ejemplo. En los países nórdicos la tasa de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas dobla a la de España y en casos como el de Finlandia, la cuadruplica: Finlandia con 8.5, Noruega con 6.5,Suecia con 4.59, Alemania con 3.58, España con 2.44
¿Hasta que punto esta tendencia a la violencia puede ser mermada por la educación?
¿Seguirá habiendo personas que ante la frustración sigan utilizando la violencia como respuesta?
Malas y buenas personas las hay de todo género y condición, y se tendrá que educar a los niños y niñas en el respeto mutuo, pero la dimensión del problema no es el mismo. Muchos casos que vemos o leemos en los medios dicen:"la maté porque era mía". ¿Cuándo escuchamos a una mujer decir que ha matado a su marido "porque era suyo"?. Que una mujer muera cada pocos días hace que el problema sea noticia.
No obstante los problemas de la sociedad actual no se limitan al maltrato entre miembros de una pareja, y , por ejemplo, el maltrado a niños puede tener cifras tambien altas porque los niños no denuncian y porque la sociedad que vivimos es tremendamente agresiva y competitiva. No es buena idea hacer generalizaciones o caer en absolutismos, y evidentemente una feminización del mundo no estaría libre de violencia tampoco. Además la agresividad sigue estando presente en los negocios, en los deportes y es una fuente de estímulo competitivo muy fuerte.
Hay un tipo de violencia verbal, de maldad continuada, persistente, letal que es patrimonio de la mujer, como la mano larga lo ha sido del hombre. Para llegar a ese odio hay mucho trecho, y en ese kilometraje está el chantaje, el dinero, los hijos, la venganza. Sí, hay mujeres malísimas, pero la dimensión del problema no es el mismo. El maltrato doméstico es la segunda causa violenta de muerte entre las mujeres españolas, después del terrorismo.
En el Día Internacional contra la violencia doméstica, las cifras nacionales, aunque a la baja, revelan la amplitud del problema de la violencia de género: casi 7.000 recursos judiciales desde principios de año y 6 mujeres asesinadas cada mes por su cónyuge en 2004, según las estadísticas del Instituto de la Mujer. Paradójicamente, estas cifras se sitúan en la media europea y son inferiores a las registradas en los países nórdicos. En la Unión, una mujer de cada cinco declara haber sido víctima de la violencia de su compañero sentimental. Y según Amnistía Internacional, la violencia doméstica es, para las mujeres de 16 a 44 años en Europa, la principal causa de muerte y de invalidez, por delante del cáncer o de los accidentes de tráfico.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué en los países más desarrollados, en sociedades más igualitarias, con mayor educación en el respeto mutuo se dispara el maltrado y los asesinatos de mujeres? ¿Por revancha?
Los países nórdicos también tienen una de las tasas más altas de suicidios
¿Estamos en el camino correcto?
Quien bien te quiere te hará llorar Carmen Fernández Marinas

Recurrente frase que todos hemos escuchado montones de veces a lo largo de nuestra vida...Bonito argumento para justificar lo injustificable. Probablemente a esa expresión en concreto se le puedan dar significados menos drásticos que el que yo hoy le otorgo; pero se me ha venido a la cabeza y muestra la incoherencia del amor que produce dolor y tristeza, del amor que te quita la dignidad y las ganas de vivir, del amor que te muele a palos, del amor que no atiende a razones y opta por la violencia antes que por los besos, del amor que te hace el amor sin que tú quieras, del amor que te anula como persona y te convierte en mártir de una causa que no es la tuya, del amor que te quita la vida, del amor que en definitiva no es amor.
Nadie puede someter a otra persona a su voluntad, nadie tiene derecho a destrozar la vida de otra persona, esa es la realidad que hemos de defender; no podemos quedarnos parados mientras observamos atónitos (pero pasivos) las cifras, que tienen nombres y apellidos, del maltrato doméstico: 62 víctimas mortales este año, 22.000 denuncias por malos tratos en 2004, y muchas otras que no conocemos porque por ahora permanecen en silencio. El maltrato doméstico es la segunda causa violenta de muerte entre las mujeres españolas después del terrorismo, si no hubiera habido 11M sería la primera. Desterremos a esos seres sin corazón, y que se escudan precisamente en él, de la aceptación social; apoyemos a todas las personas que viven atacadas por sus cónyuges y animémoslas a salir de ese infierno que no merecen. Digamos todos NO la violencia doméstica.
Para empezar aceptemos que todos somos iguales, y sobre todo que todos y cada uno de nosotros somos libres, libres para salir donde y cuando queramos, libres para vestir como nos dé la gana, libres para ser como queramos y con quien queramos; y que nadie puede coartar esa libertad y decidir que le pertenecemos, que hemos de obedecer sus órdenes y deseos y vivir por y para esa persona. Nadie puede agredirnos físicamente para conseguir lo que quiere, que horrible el terrorista que pone una bomba debajo de un coche, pero es mucho peor aquel que mata a golpes a alguien que conoce, con quien convive, y probablemente a quien quiso algún día.
El maltrato psicológico es menos obvio, pero no por ello menos grave pues sus efectos son también horribles. Tratar a alguien con maldad y superioridad hace que esa persona se sienta anulada, inútil, culpable, acaba con su autoestima y su dignidad. No podemos faltar al respeto a quienes queremos por culpa de una bronca casera, hay que poner frenos a nuestra ira y medir nuestros actos; pues si no lo hacemos pasaremos de gritar, insultar, acusar y amenazar a llevar a cabo agresiones físicas, una vez perdemos el respeto a alguien ya no nos importa lo que le pueda pasar y nos sentimos con derecho a hacer lo que nos venga en gana con esa persona.
Tema aparte son los hijos de estas personas, que si por suerte no sufren lo mismo que uno de sus padres y no son agredidos vilmente por el otro lo que es seguro es que no hay palabras para expresar lo que pueden sentir o pensar al ver la violencia en su propia casa, entre sus progenitores, sintiendo miedo a cada momento; y adquiriendo un ejemplo deleznable.
La libertad de cada uno acaba donde empieza la del otro, y un hogar no puede ser una cárcel.

2 comentarios:

  1. Anónimo5:30 p. m.

    La necesidad de destruir lo que nos alucina es quizá el modo más primitivo de amar.

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  2. Anónimo5:45 p. m.

    Por qué iba a ser un terrorista menos malo que el que maltrata y mata a su cónyuge? A mí me parece igual de repugnante, incluso más cínico el primero (en la mayoría de los casos).

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