A poco que uno haya estado cerca de donde corre el dinero, habrá percibido más pronto que tarde como también termina fluyendo la corrupción y la mezquindad. En el mundo laboral de las grandes cifras abunda mucho psicópata, mucho individuo que disfruta haciendo daño, que goza cosificando y machacando. Vivimos en una sociedad en la que todo se vende y se compra, y hemos puesto precio a nuestras vidas. Por dinero mentimos, manipulamos, estorsionamos, chantajeamos, coaccionamos, utilizamos, amenazamos, y si hace falta matamos. Sobre todo si alguien sin quererlo se interpone entre su y su sucio destino. Serás la diana de todos sus dardos, te harán la vida imposible pero a sus objetivos no renunciarán. Unas citas en un blog me han recordado una del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, "no hay más que tres resortes fundamentales de las acciones humanas: en primer término el egoísmo, que quiere su propio bien y no tiene límites; después, la perversidad, que quiere el mal ajeno y llega hasta la suma crueldad, y por último, la conmiseración, que quiere el bien del prójimo y llega hasta la generosidad, la grandeza del alma. Toda acción humana debe referirse a uno de estos tres móviles, o aun a dos a la vez".
La codicia es un pozo sin fondo, como el egoísmo, no tiene límites. Todo vale ya para conseguir dinero, y eso me parece un desatino. Una absoluta falta de ética.