El miedo a quedarte desprotegido sin nada de qué vivir ni que llevarte a la boca es tan antiguo como la humanidad; ese pánico como el miedo a la soledad (todos buscamos amor, aceptación) influyen en muchas de nuestras actitudes cotidianas. Cuando ves lo que es capaz de hacer cierta gente por acumular fortunas o, y también, por no enfrentarse a su propia soledad, aceptando la falta de compañía como un tiempo más de la vida, comprendes que esos miedos nos atenazan y guían nuestro universo interior.
En un mundo donde el culto al dinero es tan evidente pasa poco, para todo lo que ocurre. Si se fija, en todo momento se nos ofrece dinero, como si fuese la panacea a todos nuestros males: las televisiones llenan sus programas diurnos y nocturnos de simples preguntas a cambio de miles de Euros. Uno baja a la calle y en la parada del autobus se encuentra con un anuncio publicitario que reparte dinero con sólo enviar un MSN desde tu móvil, en el metro ocurre lo mismo, subes al asfalto y las calles están llenas de carteles publicitarios parecidos: "¿Quiere usted ser millonario?". Hemos diseñado toda una liturgia en la "búsqueda del dinero", del becerro de oro en un mundo materialista. Una veneración para cuyo fin, poco parecen importar los medios.La crisis financiera que nos afecta es un buen ejemplo de como la ambición y la codicia de unos señores, su irresponsabilidad y su ausencia absoluta de cultura en el trabajo han dado como resultado una de las peores crisis recientes. La primera crisis global. En España está en juego el modelo productivo del futuro, pero de esta crisis no se sale sin una nueva conciencia moral. Puede que este trance económico sea el detonante para asistir a un cambio de conciencia planetaria. Pero para eso hace falta entereza moral, que quienes propiciaron esta crisis no tienen. Si fomentamos la codicia siempre tendremos personas más o menos codiciosas.