Si no hay lectores, ¿para quién escribir?. Si nadie nos escucha, para qué hablar entonces. El lector da sentido al escritor, ningún libro es tal si no se expone a una mirada.
La literatura, por mucho que nos apasione negarla, permite rescatar del olvido todo aquello sobre lo que la mirada contemporánea, cada día más inmoral, pretende deslizarse con la más absoluta indiferencia.
La lectura es un instrumento para combatir algunos de los males de nuestra época, como la xenofobia, la homofobia, el racismo, los fundamentalismos y el abuso contra los más débiles. Para un lector puede que ésta sea una justificación fundamental, quizás la única justificación para la literatura: que la locura del mundo no nos absorba por completo. Somos conscientes de todo esto, y también los escritores conocemos las viejas verdades: que la violencia engendra violencia, que todo el poder es abusivo, que el fanatismo es el enemigo de la razón, que la guerra jamás es gloriosa excepto para los vencedores que creen que Dios está en el bando de los grandes ejércitos, y que todas las vidas humanas son preciosas.
Decía James Baldwin que “escribes a fin de cambiar el mundo sabiendo perfectamente bien que posiblemente no puedas, pero sabiendo también que la literatura le es indispensable al mundo. De alguna manera, tu inspiración e interés por un nombre en realidad empieza a cambiar el mundo. El mundo cambia de acuerdo con la manera en que la gente lo ve, y si tú alteras, aunque sea por un milímetro, la manera en que una persona mira o la gente mira la realidad, entonces puedes cambiarlo”.
La lectura es un instrumento para combatir algunos de los males de nuestra época, como la xenofobia, la homofobia, el racismo, los fundamentalismos y el abuso contra los más débiles. Para un lector puede que ésta sea una justificación fundamental, quizás la única justificación para la literatura: que la locura del mundo no nos absorba por completo. Somos conscientes de todo esto, y también los escritores conocemos las viejas verdades: que la violencia engendra violencia, que todo el poder es abusivo, que el fanatismo es el enemigo de la razón, que la guerra jamás es gloriosa excepto para los vencedores que creen que Dios está en el bando de los grandes ejércitos, y que todas las vidas humanas son preciosas.
Decía James Baldwin que “escribes a fin de cambiar el mundo sabiendo perfectamente bien que posiblemente no puedas, pero sabiendo también que la literatura le es indispensable al mundo. De alguna manera, tu inspiración e interés por un nombre en realidad empieza a cambiar el mundo. El mundo cambia de acuerdo con la manera en que la gente lo ve, y si tú alteras, aunque sea por un milímetro, la manera en que una persona mira o la gente mira la realidad, entonces puedes cambiarlo”.
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