En esta fotografía un inmigrante se arrastra por la playa de Gran Tarajal, en Fuenteventura ante la presencia de tres bañistas. No fue la única, hubo otra impactante del fotoperiodista asturiano Javier Bauluz (Pulitzer 1995), con un inmigrante muerto frente a una pareja de bañistas en una playa de Cádiz, totalmente ajenos al cadaver. Testificaba el viaje a ninguna parte de ese inmigrante, recordándonos que detrás de cada uno de ellos hay una vida y una historia, y que no son sólo un montón de gente anónima. Lo de las playas parece increíble, esos turistas o bañistas ¿se darán realmente cuenta de lo que tienen al lado?, ¿nos daríamos nosotros cuenta en su lugar?, es para pensarlo. Hay una canción titulada Papeles Mojados que dice "Miles de sombras cada noche trae la marea, navegan cargados de ilusiones que en la orilla se quedan...", y habla de esas personas que, en pateras y habiendo dejado deudas y familias se embarcan en una aventura cargada de ilusiones, tantas veces frustrada.
La fotografía refleja también ese drama que sufren tantos emigrantes africanos en su viaje en cayuco a Canarias o a la península, su largo y penoso viaje, a menudo en dramáticas circunstancias.
España y en concreto Canarias, se han convertido en puerta de entrada de la inmigración al territorio comunitario, debido no sólo a su posición geográfica sino también a nuestra cercanía cultural y linguística: España hoy en día se ha convertido en un país deseado por los africanos, al considerarlo el paraíso y la puerta de entrada a Europa, por los latinoamericanos por el idioma, y por los europeos por sus paisajes turísticos y por su clima. Lo que ha llevado a muchas mafias y terroristas a introducirse de manera clandestina en España, obligando a las autoridades a endurecer las leyes de extranjería, en un intento de incrementar la seguridad y acabar con la llegada de aquellos que vienen a sembrar corrupción, miedo y terror. Por lo tanto se relaciona mucho la inmigración con el narcotráfico, las mafias y el terrorismo. Todo esto, junto a nuestros prejuicios y el miedo que tenemos a lo diferente, no hacen sino oscurecer este conflicto, mientras los inmigrantes se ven cada vez más hundidos en la marginación y el olvido: muchas veces no los integramos, les dejamos los peores trabajos, los que nosotros no queremos, con sueldos que no dan para comprar una vivienda ni en multiples ocasiones para sobrevivir dignamente. A veces convivir con lo diferente nos cuesta, simplemente por los prejuicios que tenemos del otro y por la idea que nos transmiten los medios de comunicación, que nos hacen creer que la inmigración es un conflicto negativo que perjudica a la sociedad, sobre todo cuando se habla de la inmigración ilegal o clandestina.
Un total de 921 inmigrantes perdieron la vida sólo en el 2007 al intentar acceder de forma irregular a España, se estima que al menos 3.500 inmigrantes se han dejado la vida en esa huida de la pobreza o la represión. La mayor parte de las víctimas no ocurren al lado de España, sino que se dan en las propias costas africanas o incluso en las caminatas para acceder a la costa o porque son deportados y abandonados a su suerte en esos lugares por los países vecinos, en los desiertos que deben atravesar para acceder a Argelia o Líbia. En ese sentido algunos altos cargos del ministerio del interior han llegado a admitir que el desierto del Sahara se ha convertido en una inmensa tumba de arena. Nunca podremos saber cuantas personas mueren en esas travesías con el cayuco, y cuantas mueren en ese desierto de sed, de deshidratación.
En España hay un miedo tremendo al inmigrante, porque quita los puestos de trabajo, representa al terrorismo, introduce drogas y mata para robar. Lo curioso y sorprendente es que no hay el mismo miedo a la violencia doméstica (¿o lo debiéramos llamar terrorismo de género?),al enfrentamiento político entre los partidarios de la oposición y el gobierno, a la corrupción administrativa y a un sin fin de problemas que debieran preocupar a la sociedad española, solamente porque esos son de aquí, son los nativos, pero los inmigrantes son extranjeros, son los otros, y deben dar todos sin excepción el buen ejemplo, y sino, son considerados como una amenaza. Debemos de tener en cuenta que el mal y el bien están en todas partes, un ladrón puede ser un inmigrante que roba carteras, como puede ser un español como Roca que institucionaliza la corrupción administrativa en un ayuntamiento, como presuntamente hizo en Marbella o otro español que roba millones en Gescartera; y un terrorista puede ser aquel fundamentalista que pone bombas en los trenes, como aquel nacionalista que coloca explosivos en el aeropuerto.
Existen dos opiniones respecto a este conflicto, un tema grave que hay que abordar entre todos y que afecta a millones de seres humanos que huyen para buscar una vida mejor: la primera percibe la inmigración como un conflicto negativo, y la segunda lo ve como un conflicto positivo que regulado de manera pacífica puede beneficiar a todas las partes del conflicto, pues tanto en España como en otros países europeos, se necesita más gente para mantener la economía y el bienestar del país. Respecto a su situación laboral, el 64,9 % estaba trabajando en su país de origen antes de su salida hacia España y el 22,5 % de los inmigrantes ocupados, con más de 3 años de residencia en España son titulados superiores. Sólo un 9,3 % no tienen estudios.
Pensémoslo, España es en la actualidad un abanico que recoge diferentes culturas gracias a la inmigración. España se considera junto con Alemania el segundo principal destino mundial de la inmigración después de EE.UU. Es una buena prueba para medir nuestro nivel de tolerancia y de aceptación del otro. La inmigración es también una oportunidad de intercambio cultural y de crecimiento social. La inmigración no tiene por qué constituir una amenaza sino una oportunidad de aprendizaje para nosotros y por tanto abogo por una transformación pacífica del conflicto. La inmigración una vez bien estructurada además de fomentar la interculturalidad puede generar una igualdad económica y política entre todos.
En la cotidianidad convivimos con los conflictos porque son inherentes a las relaciones humanas, y la única diferencia es la manera de regularlos. El conflicto de la inmigración es un fenómeno surgido desde la eternidad, porque el ser humano es un eterno emigrante que busca siempre mejorar sus condiciones de vida. Tienen derecho a tener derechos, y ninguna persona es ilegal. Es importante el compromiso global y la creación de instituciones que eduquen para la paz, debemos desaprender el racismo y la xenofobia, ya que es algo que hemos aprendido, y recuperar los valores éticos que hemos perdido. El inmigrante llega con su cultura y cargado de un pasado difícil de olvidar, aprende y enseña al mismo tiempo, favorezcamos la convivencia en la diversidad. Solamente así unidos, podemos hacer que el mundo con su diversidad sea un camino para la paz, en donde puedan caminar todas las culturas.