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domingo, noviembre 07, 2010

UN ANHELO DE ETERNIDAD (Venecia como metafora del Ser Humano)


Envuelta en las tinieblas y con el gemido del viento agitando los cipreses del cementerio de San Michele, ví Venecia por primera vez. Era una noche cerrada sin luna, en la barca en la que viajaba apenas se percibía más que la luz que nos guiaba, cuando llegamos a sus oscuros canales, sus estrechas callejuelas, su solemnidad y su silencio, su ténua iluminación, Venecia me parecio espectral, una ciudad por donde vagan los fantasmas, una ciudad de espectros hundiendose lentamente en sus aguas, una ciudad suspendida en el tiempo; en el marco de una iconografía muy cercana a la estética romántica: una Venecia decadente y melancólica, pero que amaba, como se ama aquello por lo que tan intimamente te sientes atraído. Para alquien que ama la fotografía o el cine, que vive fascinada por el arte, Venecia es un marco incomparable: canales, desertados y oscuros palacios del Gran Canal, abigarrados barrios, calles, plazas, míticos cafés, chimeneas, el mármol frío de las escalinatas, miradores y estatuas, iglesias, cementerios, jardines ocultos y las neblinas flotando sobre las aguas; los colores al final del día, rosas y malvas, muriendo en el crepúsculo...

Tomé mi mochila y guarde mis cámaras, por la mañana, con las primeras luces, me dirigí al embarcadero central, había una espesa bruma y la luz madrugadora del alba dibujaba una ciudad nueva, sin gente, sólo venecianos. Apenas pude dormir, era la primera vez que rodaba en Venecia y estaba fascinada por ella. Rodé las gondolas saliendo al amanecer, cuando comienzan su jornada, y sus gondoleros todos iguales, también tomé fotografías para el making off, y recordé que la ciudad es el universo de la ficción. En la larga serie de ciudades escogidas por escritores, Venecia ocupa sin lugar a dudas un puesto importante. Venecia es una ciudad cuyo caudal inspirador parece haber quedado totalmente agotado por la genialidad de los grandes maestros de la literatura: Rousseau, Montaigne, Proust, Shakespeare,Paul Morand, Thomas Maan, Barrés, fervientes amantes de la ciudad de los canales. como lo fue Luchini Visconti o Federico Fellini, o su reflejo en la música de Vivaldi o Galuppi, como lo fue Goldini. Pero no es sólo tinta lo que proporciona Venecia, sino también agua para mojar los pinceles delante del caballete, como la pintura de Canaletto o Tiépolo. Llevaba unas horas rodando cuando aparecieron los turistas más madrugadores para montarse en las góndolas, numerosas parejas ivan y venian, riéndose, con gestos y caricias. Entonces un gondolero, que se había percatado de mi presencia, se acercó y me dijo:

-Has venido a la mejor hora para rodar, rodarás una Venecia diferente, silenciosa y cordial, con poco turista, te gustará.

-muchas gracias por la apreciación, es lo que pretendo.

-ahora no te molestará la gente.

-no me molesta, es parte de lo que quiero rodar, que tenga un buen día.

Los venecianos son gente amable- pensé-, ahora muchos viven del turismo, son buenos comerciantes, como lo eran sus antepasados; en las últimas décadas, la ciudad ha perdido el 50% de su población: las parejas jóvenes prefieren emigrar a tierra firme, donde hay más futuro y pueden utilizar el coche para desplazarse. Venecia se hunde a razón de un centímetro al año, la laguna, los canales, son amenaza constante para la tierra, arrasadora e implacable en sus crecidas, cuyo espectáculo fantástico surge con especial intensidad en el escenario único de la plaza de San Marcos.

De camino a una vieja librería, atravesé las aguas temblorosas del Gran Canal, callejeando en soledad, cruzando puentes, allí encontré espléndidos libros de fotografía veneciana y mucha literatura del lugar. En mi cabeza pensaba en venecia como metáfora del Ser Humano, en su vivir, como acto de supervivencia, milagroso ejercicio de supervivencia, punto de encuentro entre la vida y la muerte, acto final de la vida, la memoria del hombre dejada tras su paso por la tierra.

-¿le puedo ayudar en algo?- me dijo el dueño-

-muchas gracias, buscaba inspiración, estoy rodando en la ciudad, pero también he visto que tiene espléndidos ejemplares de fotografía.

-sí, es cierto, la mayoría son fotógrafos locales, pero no todos, Venecia es una de las ciudades más fotografiadas, y hoy es un día especial, hay bruma.

-sí, tiene razón, tomé unas fotos esta mañana, la niebla la hace aún más mágica al objetivo, es una belleza triste y silenciosa, admiro de Venecia sus repentinos y maravillosos cambios de luz.

-la bruma no sólo forma parte del paisaje exterior veneciano, sino que también acaba integrándose en el propio paisaje interno de quienes lo habitan, es una interiorización del paisaje externo, como ocurre en otros lugares.

-es un lugar tan lleno de historia, que te conecta con algo interno, algo muy fuerte. Buscaba inspiración sobre la fugacidad, la fragilidad de lo temporal.

-Venecia es un espejismo, una ilusión, reflejo de la quimera humana en la superficie de las aguas, Venecia es ese quimérico espejismo con el que el Ser Humano tropieza. Hoy el brillo, el poder y el esplendor de Venecia cerca ya de su fin, no son más que un espejismo.

-¿y que hace aquí viviendo un espejismo?.

-No me ido porque llevo aquí toda la vida, y la puerta sigue abierta; hoy la mayoría de los comerciantes vivimos del turismo, pero mis hijos son jóvenes y han preferido irse a Milan, a Florencia, donde la vida no es tan dura y hay más trabajo. si buscas buenos libros de fotografía acercate a la librería Mondatori, en San Marcos, es una parada obligada.

-muchas gracias por la información y por la charla, ha sido muy amable.

De camino a San Marcos, alejada de la zona turística, me detuve en una inmensa y silenciosa plaza, un hombre tocaba el violín entre las mesas de las terrazas, parecía una escena del siglo XVIII, fachadas decrépitas y un silencio sobrecogedor. De repente una paz invadió mi mente y mi cuerpo, una paz semejante al silencio de la laguna, a las islas, una paz tan cautivadora como aquella viaja plaza en el corazón de Venecia. Por la tarde paseé entre los canales y hablé con los pintores. Marco pintaba la Venecia que al final se hunde y no sobrevive.

-me gustan sus cuadros, tienen un estilo muy personal y melancólico, ¿es eso lo que quiere trasmitir?.

-Venecia se ahoga, engullida en sus propias aguas, es parte del inexorable pulso que mantiene la vida con la muerte. Y que ahoga a todo aquello que la habita, la vida, la civilización perdida, el ocaso del sueño filosófico...

-la vida como espacio existencial, irremediablemente condenado a un fin.

-exacto, con Venecia se ahogará todo, no quedará nada de todo lo que fue. La Venecia del siglo XVIII fue amante del placer y la belleza terrenales, una búsqueda inmanente de placer y belleza, ineludiblemente abocada a la destrucción. El cruel y descarnado punto final del sueño quimérico de la belleza terrenal. El carácter caduco de la belleza humana, como expresión cruel y engañosa de la existencia.

-me llevo éste, es el que más me ha gustado, es un lienzo precioso, ¿seguirá pintando Venecia?.

-por supuesto, estoy enamorado de Venecia, las crecidas aún son soportables.

En el caballete contíguo otro pintor veneciano pintaba sin parar otro elemento inherente a la ensoñación mítica de Venecia, la máscara. La base de la máscara como modelo de representación del mundo, como crítica a nuestras caretas y corazas, como crítica al racionalismo del discurso del siglo XVIII, inhibidor de cualquier tipo de expresión de los sentimientos. Las máscaras como metáfora del goce inherente del instante.

De regreso al hotel, me crucé con el incesante ir y venir de quienes celebran por las calles el carnaval, ocultos tras sus máscaras y capas, sin conocerse, sin reconocerse, espectrales figuras surgidas de la oscuridad.

Venecia es una imagen a la que se llega mediante el lenguaje de los sentidos. Lo que ha hecho que el mundo del arte avance y busque nuevas ópticas es precisamente la creatividad, la innovación y la fantasía. Venecia constituye de algún modo las dos caras de una misma moneda, detrás de los fastos y de la Venecia de los Monselice, detrás de la gloria, el poder y el oro, se oculta la fagilidad sobre la que esta se asienta. Un día Venecia se hundirá, y sus bellos palacios, sus elegantes salones, llenos de tesoros, rodarán por la laguna, invadida, indiferente, y nada quedará en pié. Venecia fue una serenísima república, su derrota fue la derrota del sueño quimérico de las "Luces", a la que nada sobrevivirá.

Ahora era la bruma y el canto de algunos pájaros lo que cubría el cielo, al tiempo que el agua reflejaba trémulamente las góndolas en la oscuridad de la noche.

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